jueves, 22 de septiembre de 2011

El profesor que revolucionó la productividad en China.


La historia de la revolución en la productividad china arranca con el insólito relato de la vida de Gavriel Salvendy, un estadounidense de origen húngaro-israelí que no terminó el bachillerato. Como creció en una familia judía, durante la ocupación nazi tuvo que esconderse en una pila de heno para salvarse de la deportación. Luego de que su familia abandonara Europa, se convirtió en un campeón israelí de levantamiento de pesas. Ahora con 72 años, 120 kilos de peso y 1,82 metros de altura, todavía es imponente.


Durante los últimos 9 años, Salvendy ha dirigido el departamento de ingeniería industrial de la universidad de Tsinghua en Beijing. Allí juega un papel incongruente, un rebelde en una sociedad jerárquica y generalmente conformista. Con todo, él y su equipo han ayudado a impulsar la productividad de algunas fábricas chinas en hasta 20% al año.


El camino que recorrió Salvendy desde sus días como levantador de pesas a la academia está repleto de giros sorprendentes. En su juventud, aceptó un empleo en una fábrica de Londres y descubrió un talento natural para reorganizar sistemas de producción. Un profesor británico de ingeniería escuchó hablar de este genio sin educación formal y lo inscribió en la Universidad de Birmingham. Ahí, Salvendy se graduó con una maestría y un doctorado. En 1968 recibió una oferta para trabajar en EE.UU.


Para 2001, Salvendy era una eminencia de la ingeniería industrial, conocido por más de 200 publicaciones en revistas especializadas. A sus 60 años, el profesor parecía establecido. Pero entonces le llegó una oferta de Tsinghua y no se pudo resistir.


Tsinghua es la universidad científica más importante de China. Hace una década, decidió expandir su veintena de departamentos con un nuevo centro de ingeniería industrial, la disciplina que estudia cómo combinar efectivamente máquinas y trabajadores. Las fábricas chinas se limitaban a producir.


Tsinghua le pidió a Salvendy que encabezara el nuevo departamento, una invitación que supuso una pequeña revolución por sí misma. Hasta ahora, ningún extranjero había liderado un departamento de Tsinghua.





Salvendy aceptó y así fue cómo arrancó la revolución. Los docentes chinos estaban acostumbrados a la jerarquía, pero Salvendy insistió en la informalidad. Quería que los profesores publicaran artículos en las mejores revistas especializadas estadounidenses así que comenzaron a escribir y enseñar en inglés. Rápidamente construyó un departamento de 25 profesores, la mayoría de ellos con doctorados de Estados Unidos.


Las autoridades del país estaban ansiosas por alentar a su cuerpo estudiantil excesivamente conformista a que fuera más imaginativo. Parecía que los métodos de enseñanza de Salvendy, basados en la discusión, estaban diseñados para el pensamiento lateral. El Ministerio de Educación le dijo que si Tsinghua llegaba a mostrar resultados, su enfoque sería adoptado por otras universidades.


En 2009, un equipo de Tsinghua llegó a Hua Jian, una fábrica de zapatos en problemas en la provincia de Guangdong, centro de cientos de fábricas de bajos costos que dependían de la mano de obra barata, y se encontró un paraíso para cualquier ingeniero industrial: líneas de ensamblaje tan disfuncionales que generar sorprendentes ganancias de productividad era fácil.


En pocos meses, la delegación de Tsinghua incrementó la productividad de Hua Jian en 20%. En Occidente, avances de esa escala son casi inimaginables. Luego, los ingenieros concibieron un nuevo reto: replantearse las ideas tradicionales sobre las líneas de producción y combinarlas con las que fueron incubadas en las fábricas estadounidenses en los años 50 y 60.


Los logros de Salvendy en Tsinghua sugieren que China se acercará cada vez más a su potencial de productividad. Su departamento ha preparado a más de 1.500 gerentes chinos en sus programas de capacitación para ejecutivos y hay miles más en incubación en los más de 200 programas que han aparecido en el país imitando a Tsinghua. Tarde o temprano, los líderes mundiales tendrán que abrir los ojos a esta revolución, porque su impacto en el flujo de bienes y capital será global.


Sebastian Mallaby


Director del Centro Maurice R. Greenberg para Estudios Geoeconómicos en el Consejo de Relaciones Exteriores de EE.UU.





Tomado del diario El Comercio, 10/11/2010

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El cuento de la tierra plana


Es común en los vencedores mengüar y tergiverzar las posiciones de sus adversarios. En el caso de la discusión sobre la esfericidad de la Tierra, también ha pasado lo mismo, para tener argumentos sostener el darwinismo contra el fundamentalismo religioso se hizo una falsa creencia en cuanto a las ideas dominantes en el medioevo. A continuación Umberto Eco nos ilustra más sobre el tema.

Umberto Eco
Escritor

Hace unos días, en un programa de divulgación científica de la televisión italiana que goza de una audiencia envidiable, Piero Angela, como siempre, elaboró un programa sobre el viaje de Cristóbal Colón entretenido y bien documentado.


Puesto que muchas personas siguen pensando que Colón sostenía que la tierra era redonda mientras que todos los sabios de su época aún la consideraban plana, el presentador explicó, con mucho tino y dialogando con un asesor científico, que se hablaba de una tierra redonda desde los tiempos de Aristóteles y que, en el siglo III antes de Cristo, Eratóstenes consiguió incluso calcular con una asombrosa aproximación la longitud del ecuador.



Lo malo es que, inmediatamente después, los dos interlocutores observaron que estas nociones se perdieron en la Edad Media, tanto es así que los mapas de aquella época representaban la tierra como un disco.

No hay de qué escandalizarse por semejante imprecisión: Jeffrey Burton Russell en su Inventing the Flat Earth (Nueva York, 1991) ha demostrado que este error se encuentra también en historias de la ciencia muy serias y cita textos ilustres donde se repite todavía hoy que los mapas de Tolomeo fueron olvidados en Occidente durante 1 000 años, que la Iglesia medieval enseñaba que la Tierra era un disco plano con Jerusalén en el centro, y que, desde los siglos IV al XIV, se perdió la noción de redondez del globo. Pero entonces, ¿quién le diría tanto a Colón como a sus oponentes que la tierra era esférica?

El equívoco nace del hecho de que, por lo menos hasta Copérnico, tanto el mundo griego como el mundo cristiano consideraban que la tierra era inmóvil. Ahora bien, inmóvil no quiere decir plana.


Burton ha explicado que el pensamiento laico decimonónico, para sostener el darwinismo contra el fundamentalismo religioso, quería demostrar que así como la Iglesia se había equivocado con respecto no solo al geocentrismo, sino también a la esfericidad, se estaba equivocando igualmente con respecto al evolucionismo. Y se sacó el máximo provecho posible de dos autores cristianos (Lactancio, del siglo IV, y el bizantino Cosme Indicopleustes, del siglo VI), los cuales, puesto que un paso de la Biblia describía la Tierra con forma de tabernáculo, polemizaban contra las teorías paganas sobre la redondez de la Tierra y la representaban con forma cuadrangular.

Claro que Cosme, que había escrito en griego, nunca fue conocido por el medioevo occidental, y a Lactancio no se lo tomó demasiado en serio ni siquiera San Agustín. Agustín se limitó a decir que naturalmente la Biblia hablaba por metáforas, que quizá la Tierra era esférica de verdad, pero que no por conocer la forma de la Tierra podemos salvar nuestra alma, por lo que el asunto le parecía poco interesante.


Que la Tierra era esférica, lo sabían no solo el geocéntrico Tolomeo (que dividió esa esfera en 360 grados de meridiano) y Eratóstenes, sino incluso Pitágoras, Parménides, Eudoxo, Platón, Aristóteles, Euclides, Aristarco, Arquímedes.


Los únicos que no lo creían eran Leucipo y Demócrito. En cuanto a la Edad Media, en el siglo VII, Isidoro de Sevilla (autoridad indiscutible para los siglos siguientes) calculó la longitud del ecuador en 80 mil estadios. ¿Acaso podía pensar que la Tierra era plana?





Dante entra en el embudo infernal y sale por el otro lado donde ve estrellas desconocidas a los pies de la montaña del Purgatorio: por lo tanto, sabía perfectamente que la Tierra era esférica. Y de la misma opinión eran Orígenes y Ambrosio, y luego Alberto Magno y Tomás de Aquino, Roger Bacon, Juan de Sacrobosco, Pedro d"Ailly, Egidio Romano, Nicolás de Oresme y Juan Buridán, por citar algunos.





Que luego estas cosas las supieran los doctos y no los simples, no es de extrañar cuando todavía hoy en día en muchas partes del globo hay gente que tiene ideas confusas al respecto.

¿Cómo ha podido suceder, se dirá, que todas las representaciones medievales mostraran la Tierra plana? Ante todo, esos mapas no tenían funciones geográficas sino simbólicas (con Jerusalén en el centro); y luego, no representaban la Tierra sino las tierras conocidas.

Y hacían lo mismo que hacen hoy en día nuestros atlas, que nos quieren decir la distancia entre Roma y Jerusalén o Atenas, y si tienen que representar Europa, lo hacen en una lámina con dos dimensiones.




Si uno de nuestros atlas dentro de 1000 años cayera entre las manos de un visitante alienígena, este podría creer que también nosotros considerábamos que la Tierra era plana.





¿Cuál era entonces la materia de debate en los tiempos de Colón? Era que -como demostraba perfectamente la transmisión de Piero Angela -sus adversarios habían hecho cálculos más precisos que los suyos y consideraban que la esfera terrestre era más amplia de lo que sostenía el genovés; por lo tanto, era una locura intentar alcanzar el levante por la vía del poniente.

Naturalmente ni Colón ni sus enemigos sospechaban que entre Europa y Asia hubiera otro continente. El descubrimiento de América es un caso típico de "serendipidad", donde uno va a buscar una cosa y encuentra otra.

Pero, por lo demás, los buenos medievales sabían tanto como Colón. Salvo que Colón, a diferencia de Agustín, estaba dispuesto a jugarse el alma con tal de que le saliera un viaje redondo.

Umberto Eco es autor de "Baudolino", "El Nombre de la Rosa" y de "El Péndulo de Foucault". Traducción de Helena Lozano Miralles.
Tomado del diario El Comercio del 29 de mayo del 2005.

jueves, 1 de septiembre de 2011

La educación debería servir para el desarrollo integral de la persona, sin embargo hoy en día no cumple este objetivo, e incluso no se da importancia a materias como el arte y la música, pensando que no son importantes y que se puede prescindir de ellas. El siguiente artículo nos demuestra lo contratrio.



Los artistas son mejores matemáticos




Nuestra tradición pedagógica separa las habilidades matemáticas, verbales, artísticas y físicas como si fueran excluyentes, privilegiando además en la escuela la enseñanza de lenguaje y matemática, considerados como las áreas fundamentales para el desarrollo intelectual. Eso ha llevado a dejar fuera del espectro de los estímulos intelectuales a aquellos que provienen de otras áreas como el arte, pese a tener un enorme potencial para cultivar nuestras habilidades e incluso para cultivar el prestigiado talento matemático y lingüístico de los estudiantes. Una vez más, la falta de apertura a los aportes de la investigación educacional nos aleja de las nuevas opciones para cultivar los talentos de los niños, y nos mantiene usando enfoques pedagógicos largamente superados.

El informe "Champions of Change: The Impact of the Arts on Learning" del Harvard Education Letter (noviembre-diciembre 1999) informa que los expertos del Centro de Investigación de la Educación para el Arte de la Escuela de Formación de Profesores de la Universidad de Columbia estudiaron la experiencia artística de 2.046 estudiantes de cuarto y octavo grado de escuelas públicas encontrando que los alumnos muy involucrados en el arte mostraron más creatividad y originalidad, sentido de cooperación, confianza en sus habilidades, y articulación de ideas con sentimientos que aquellos estudiantes con escasa experiencia con el arte. También informa que los investigadores de la Universidad de California bajo la dirección de James Catterall analizaron en 1998 los resultados del estudio longitudinal de diez años de las pruebas nacionales de rendimiento de 25.000 alumnos de secundaria, encontrando que los alumnos involucrados con el aprendizaje de la música superaban a sus pares que no lo estaban en las pruebas de mat emáticas, y que los alumnos que aprendieron teatro superaban a los que no lo hicieron en las pruebas de lenguaje. También encontraron que alumnos procedentes de hogares modestos que estaban involucrados en el arte sistemáticamente se desempeñaban mejor que aquellos pares que no estudiaron arte.




A estos estudios se agregan otros como el de Steven Morrison en EE.UU. quien encontró que las personas que cultivaron sus aptitudes musicales cuando fueron pequeños tuvieron más premios y mejores notas que otros que no participaron en actividades musicales, así como los estudios de Peter Douglas and Sheila Willatts que mostraron cómo el uso de canciones facilita el aprendizaje de la lectura y escritura porque hay una estrecha relación entre la habilidad rítmica y el aprendizaje de lectura en niños de siete y ocho años. También el College Board de EE.UU. analizó las pruebas del SAT rendidas por los alumnos entre 1990 y 1996 encontrando que los estudiantes de arte o música consistentemente alcanzaron puntajes más altos tanto en las secciones de matemáticas como las verbales.

Ocurre que el arte y la música promueven en quienes los aprenden habilidades como pensamiento crítico, inteligencia espacial, criterios perceptuales, organización del tiempo, autodisciplina y sobre todo autoconfianza. En el intérprete musical, la práctica artística desarrolla habilidades como leer, coordinar ojos-manos, entrenar la memoria, escuchar, recordar, y concentración que son todas habilidades que se transfieren a las áreas académicas. Las habilidades motoras para tocar instrumentos se transfieren a las capacidades de escritura, el ritmo de la música se transfiere a la lectura y la discriminación auditiva ayuda a desarrollar habilidades fonéticas.

Resulta extraño que la enseñanza del arte esté tan ausente y hasta les parezca prescindible a muchas autoridades educacionales. Sin embargo, es evidente que hay un mundo de estímulos que están siendo desaprovechados para formar al común de la gente, y que hay una legión de personas que podrían estimular o expresar sus talentos a través del arte, que no están recibiendo las oportunidades para hacerlo.

Por León Trahtemberg
Tomado de El Comercio, 15 May 2002.