miércoles, 7 de septiembre de 2011

El cuento de la tierra plana


Es común en los vencedores mengüar y tergiverzar las posiciones de sus adversarios. En el caso de la discusión sobre la esfericidad de la Tierra, también ha pasado lo mismo, para tener argumentos sostener el darwinismo contra el fundamentalismo religioso se hizo una falsa creencia en cuanto a las ideas dominantes en el medioevo. A continuación Umberto Eco nos ilustra más sobre el tema.

Umberto Eco
Escritor

Hace unos días, en un programa de divulgación científica de la televisión italiana que goza de una audiencia envidiable, Piero Angela, como siempre, elaboró un programa sobre el viaje de Cristóbal Colón entretenido y bien documentado.


Puesto que muchas personas siguen pensando que Colón sostenía que la tierra era redonda mientras que todos los sabios de su época aún la consideraban plana, el presentador explicó, con mucho tino y dialogando con un asesor científico, que se hablaba de una tierra redonda desde los tiempos de Aristóteles y que, en el siglo III antes de Cristo, Eratóstenes consiguió incluso calcular con una asombrosa aproximación la longitud del ecuador.



Lo malo es que, inmediatamente después, los dos interlocutores observaron que estas nociones se perdieron en la Edad Media, tanto es así que los mapas de aquella época representaban la tierra como un disco.

No hay de qué escandalizarse por semejante imprecisión: Jeffrey Burton Russell en su Inventing the Flat Earth (Nueva York, 1991) ha demostrado que este error se encuentra también en historias de la ciencia muy serias y cita textos ilustres donde se repite todavía hoy que los mapas de Tolomeo fueron olvidados en Occidente durante 1 000 años, que la Iglesia medieval enseñaba que la Tierra era un disco plano con Jerusalén en el centro, y que, desde los siglos IV al XIV, se perdió la noción de redondez del globo. Pero entonces, ¿quién le diría tanto a Colón como a sus oponentes que la tierra era esférica?

El equívoco nace del hecho de que, por lo menos hasta Copérnico, tanto el mundo griego como el mundo cristiano consideraban que la tierra era inmóvil. Ahora bien, inmóvil no quiere decir plana.


Burton ha explicado que el pensamiento laico decimonónico, para sostener el darwinismo contra el fundamentalismo religioso, quería demostrar que así como la Iglesia se había equivocado con respecto no solo al geocentrismo, sino también a la esfericidad, se estaba equivocando igualmente con respecto al evolucionismo. Y se sacó el máximo provecho posible de dos autores cristianos (Lactancio, del siglo IV, y el bizantino Cosme Indicopleustes, del siglo VI), los cuales, puesto que un paso de la Biblia describía la Tierra con forma de tabernáculo, polemizaban contra las teorías paganas sobre la redondez de la Tierra y la representaban con forma cuadrangular.

Claro que Cosme, que había escrito en griego, nunca fue conocido por el medioevo occidental, y a Lactancio no se lo tomó demasiado en serio ni siquiera San Agustín. Agustín se limitó a decir que naturalmente la Biblia hablaba por metáforas, que quizá la Tierra era esférica de verdad, pero que no por conocer la forma de la Tierra podemos salvar nuestra alma, por lo que el asunto le parecía poco interesante.


Que la Tierra era esférica, lo sabían no solo el geocéntrico Tolomeo (que dividió esa esfera en 360 grados de meridiano) y Eratóstenes, sino incluso Pitágoras, Parménides, Eudoxo, Platón, Aristóteles, Euclides, Aristarco, Arquímedes.


Los únicos que no lo creían eran Leucipo y Demócrito. En cuanto a la Edad Media, en el siglo VII, Isidoro de Sevilla (autoridad indiscutible para los siglos siguientes) calculó la longitud del ecuador en 80 mil estadios. ¿Acaso podía pensar que la Tierra era plana?





Dante entra en el embudo infernal y sale por el otro lado donde ve estrellas desconocidas a los pies de la montaña del Purgatorio: por lo tanto, sabía perfectamente que la Tierra era esférica. Y de la misma opinión eran Orígenes y Ambrosio, y luego Alberto Magno y Tomás de Aquino, Roger Bacon, Juan de Sacrobosco, Pedro d"Ailly, Egidio Romano, Nicolás de Oresme y Juan Buridán, por citar algunos.





Que luego estas cosas las supieran los doctos y no los simples, no es de extrañar cuando todavía hoy en día en muchas partes del globo hay gente que tiene ideas confusas al respecto.

¿Cómo ha podido suceder, se dirá, que todas las representaciones medievales mostraran la Tierra plana? Ante todo, esos mapas no tenían funciones geográficas sino simbólicas (con Jerusalén en el centro); y luego, no representaban la Tierra sino las tierras conocidas.

Y hacían lo mismo que hacen hoy en día nuestros atlas, que nos quieren decir la distancia entre Roma y Jerusalén o Atenas, y si tienen que representar Europa, lo hacen en una lámina con dos dimensiones.




Si uno de nuestros atlas dentro de 1000 años cayera entre las manos de un visitante alienígena, este podría creer que también nosotros considerábamos que la Tierra era plana.





¿Cuál era entonces la materia de debate en los tiempos de Colón? Era que -como demostraba perfectamente la transmisión de Piero Angela -sus adversarios habían hecho cálculos más precisos que los suyos y consideraban que la esfera terrestre era más amplia de lo que sostenía el genovés; por lo tanto, era una locura intentar alcanzar el levante por la vía del poniente.

Naturalmente ni Colón ni sus enemigos sospechaban que entre Europa y Asia hubiera otro continente. El descubrimiento de América es un caso típico de "serendipidad", donde uno va a buscar una cosa y encuentra otra.

Pero, por lo demás, los buenos medievales sabían tanto como Colón. Salvo que Colón, a diferencia de Agustín, estaba dispuesto a jugarse el alma con tal de que le saliera un viaje redondo.

Umberto Eco es autor de "Baudolino", "El Nombre de la Rosa" y de "El Péndulo de Foucault". Traducción de Helena Lozano Miralles.
Tomado del diario El Comercio del 29 de mayo del 2005.

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