Predarwinismo
La evolución es uno de lo más grandes
descubrimientos no solo de las ciencias naturales, sino del conocimiento humano
en general. Como todo teoría, no fue solamente una persona la que estuvo
involucrada en su desarrollo, sino que este se debió a toda una corriente de
pensamiento.
Si bien desde los griegos* ya se planteaban
explicaciones para la existencia de la extensa variedad de especies que habita
nuestro planeta, es a finales del siglo XVII e inicios del siglo XVIII que
estas ideas comienzan a proliferar en el ambiente científico. El conjunto de
las ideas que prevalecieron durante esta época, hasta antes de la publicación
del Origen de las Especies de Darwin
en 1859, es conocido como predarwinismo.
Dentro del predarwinismo encontramos básicamente
dos corriente: los evolucionistas y los fijistas. Es irónico, pero muchos de
los conceptos que hicieron que los evolucionistas triunfaran vinieron
justamente del bando contrario.
Antes de continuar con el detalle de estas
ideas, cabe señalar que muchos de los fijistas
tenían como conceptos “válidos” citas bíblicas y otros conceptos
religiosos. Así que no deberían causar sorpresa sus argumentos. A lo largo de toda la historia, la religión
siempre se ha opuesto al desarrollo de la ciencia, pero ha puesto especial énfasis en el tema de la evolución debido a
que la cuestiona directamente, pues muestra que el origen de las especies es el
producto de un proceso natural y no de la creación divina. La verdad es que
hasta hoy, la religión - especialmente la católica - ha sido una de las
principales causas por las que, en pleno siglo XXI, la evolución no sea
universalmente aceptada y en las escuelas aún se siga hablando de teorías
“creacionistas” y “evolucionistas”.
Dentro de los naturalistas y científicos que
hicieron directa o indirectamente aportes significativos a la teoría de la
evolución, podemos citar a los siguientes.
Carlos Linneo (1707-1778), fue un botánico
nacido en Suecia. Fue el primero en utilizar la nomenclatura binominal, es
decir el nombre de dos palabras en latín para denominar el género y la especie
de los seres vivos. Este sistema prevalece en la actualidad. Linneo era un
fijista y desde un inicio se opuso a la idea de la evolución pues afirmaba que
las especies habían sido creadas por un ser supremo y no que hubieran aparecido
por sí solas.
Otro de los grandes aportes de Linneo fue la
división taxonómica, es decir, la clasificación de las especies de acuerdo con
ciertas características, lo cual fue planteado en su libro Systema Naturae. Linneo propone dentro de su clasificación a la
categoría Antropomorpha, que incluye
a los simios y al hombre, ubicados en las divisiones Simia y Homo
respectivamente, debido a las evidentes similitudes que encontró entre ambos.
Es así que Linneo, a pesar de creer que las especies no sufrían variación
alguna, crea sin proponérselo una primera controversia con la religión - y con
la comunidad científica contemporánea muy ligada a la Iglesia- que no aceptaba que los simios y los hombres
fueran agrupados en la misma categoría, pues el hombre había sido creado “a
imagen y semejanza de Dios”. De esta forma, se inicia la batalla entre ciencia
y religión en el campo de la biología.
El primer Darwin en la carrera de la
explicación del origen de las especies no fue Charles Darwin sino Erasmus
Darwin (1731-1802), su abuelo. Erasmus
fue uno de los primeros científicos en afirmar que la evolución ocurría. Esto
fue publicado en un tratado titulado Zoonomía.
Sin embargo no pudo aportar pruebas a sus planteamientos. Las pruebas vendrían
posteriormente del frente enemigo.
George Cuvier (1769-1832), profesor francés de
historia natural, también se manifestó, como Linneo, en contra de las ideas de
la evolución. Debido a su profesión, descubrió una gran cantidad de fósiles
extintos que reforzaron la idea de la evolución, siendo uno de los padres de la
paleontología. Sin embargo, él creó su propia explicación para la existencia de
tal variedad de fósiles extintos. En 1796 cuando encontró fósiles de animales
muy extraños que ya no existían, lo explicó de la siguiente manera: "Varios
cataclismos borraron lo viejo y despejaron la escena para nuevas
creaciones". Es decir, afirmó que hubo sucesivas creaciones y que los
organismos se mantenían inmutables, hasta que otro cataclismo acababa con toda
la vida y se realizaba una nueva creación. A esta propuesta, se la denominó teoría del catastrofismo.
A la teoría del catastrofismo (que se aplicaba
tanto a la biología como a la geología) se opondría James Hutton (1726-1796),
geólogo escocés que en 1795 había propuesto que era posible explicar las
variaciones en los terrenos mirando las variaciones que operan actualmente en
la Tierra. Hutton explicaba que el estado su estado actual podía ser el
producto de pequeños cambios operados durante miles y miles de años. Es decir,
que los cataclismos no eran necesarios para explicar los grandes cambios
operados en el planeta. A esta teoría se le denominó gradualismo. La teoría sostiene que los cambios profundos en la Tierra
son el producto acumulado de un proceso lento pero continuo.
El geólogo inglés Charles Lyell (1797-1785)
amplió la teoría de Hutton, dado lugar a la teoría conocida como uniformismo. La idea de Lyell era que los procesos
geológicos son tan uniformes que sus efectos se terminan balanceando en el
tiempo. Por ejemplo, el proceso de crecimiento de las montañas es tan lento que
se equilibra con la erosión de las mismas. Charles Darwin rechazaría esta versión extrema
de uniformidad en los procesos geológicos, pero dos conclusiones de las observaciones
de Hutton y Lyell influyeron fuertemente en su obra. Primero, si el cambio
geológico resulta de acciones lentas y continuas en vez de procesos repentinos,
la Tierra debería ser mucho más antigua que los 6000 años calculados por los
teólogos en base a inferencias de la Biblia. Segundo, cambios muy lentos,
persistentes durante un período largo de tiempo, podían causar un cambio
sustancial. El principio del gradualismo fue aplicado por Darwin a la evolución
biológica.
A pesar de que al final del siglo XVIII varios
naturalistas ya sugerían que la vida había evolucionado junto con la Tierra,
sólo un predecesor de Darwin desarrollo un método para tratar de explicar cómo
había evolucionado la vida: Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), naturalista
francés.
Lamarck publicó su teoría de evolución en
1809, el año en que Charles Darwin nació. Lamarck era el encargado de la
colección de invertebrados en el museo
de París. Comparando las actuales
especies con los fósiles, Lamarck pudo ver lo que parecía ser una línea de
descendencia en orden cronológico que iba desde los fósiles más antiguos hasta
las especies actuales; en esta sucesión observó también que existía una
tendencia hacia la complejidad, la cual asoció a la búsqueda de perfección. A
medida que los organismos se hacían más perfectos, se adaptaban mejor y mejor a
sus ambientes. Por ello, Lamarck creyó que la evolución respondía a un
sentimiento inherente de los organismos para cubrir sus necesidades.
Lamarck es más recordado por el mecanismo que
propuso para explicar cómo las adaptaciones evolucionaban. Él incorporó dos
ideas al pensamiento de su época: la primera, la función del órgano, que sostiene que las partes del cuerpo más
usadas por un organismo se hacían más largas y más fuertes que las partes que
no usaban, las cuales tendían a deteriorarse. A través de ejemplos Lamarck
explicó cómo los cuellos de las jirafas se hacían más largos a medida que
buscaban alimento en las partes más altas de los árboles. La segunda idea, conocida como heredabilidad de los
caracteres adquiridos, que sostiene que las modificaciones adquiridas en el
proceso de adaptación por los organismos, eran heredadas a su descendencia. Es
decir que una jirafa con el cuello alargado podía transmitir cuellos más largos
a la siguiente generación, y así estos cambios graduales se harían más notables
en las generaciones posteriores. A pesar de que estas ideas estaban erradas y
fueron posteriormente ridiculizadas, Lamarck merece el crédito de haber creado
una teoría visionaria en muchos aspectos: a)
situar a la evolución como la mejor explicación para el registro fósil y
para la actual diversidad de especies, b)
su énfasis en la antigüedad de la Tierra y c)
su hincapié en la adaptación al ambiente como factor clave en la evolución.
Es importante destacar también, en este punto,
los aportes de Étienne Geoffroy Saint-Hilaire (1772-1844), naturalista francés,
quien no solo se basa en la paleontología para desarrollar su modelo evolutivo,
sino que además incluye el análisis del desarrollo embrionario. Saint-Hilaire
elaboró una teoría sobre la evolución de los organismos sustentada en la
teratología (estudio de los cambios anormales en las especies, posteriormente
conocidos como mutaciones) como causa general de los cambios que manifiestan los
fósiles.
A inicios del siglo XIX, varios autores
plantearon la existencia de una correlación entre desarrollo embrionario y
evolutivo. La idea de recapitulación, es decir, la repetición de los
desarrollos evolutivos en el desarrollo embrionario, fue sostenida por autores
como Treviranus, Serres, Oken, Tiedemamm y Merck. La teoría evolutiva de
Saint-Hilaire considera el desarrollo embrionario como la fase donde acontecen
los cambios responsables de la aparición de nuevos fenotipos. Para Saint-Hilaire
los animales regulares y “monstruos” representan sólo diferentes grados en la
evolución, debido a cambios ocurridos durante la organogénesis (cambios que
permiten que las capas embrionarias se transformen en órganos). La existencia de
animales con características anormales representaban, para él, una prueba
empírica tanto del potencial transformista de los seres vivos como de la
posibilidad real de que una especie sea sustituida por otra distinta.
El Origen
de las Especies ocasionó un cambio radical en la forma científica de ver al
mundo y tuvo un profundo impacto en la cultura occidental. Una obra de esta
magnitud no hubiera podido ser el
producto del trabajo de un solo hombre. Darwin supo fortalecer su teoría
con los avances de otros científicos, no solo del área de la biología y no solo
de su tendencia.
* Empédocles reconoció por primera vez el
hecho de una sucesión de formas orgánicas. Así mismo Aristóteles postuló la
teoría ortogenética del ordenamiento de los seres vivos, que plantea que la
vida tiene una fuerza interna que la hace evolucionar en una dirección fija.